miércoles, 23 de enero de 2013

Las chicas del aljibe


Más  ocurrió en este pueblito en los últimos días que en el resto de su historia.
Sus mujeres, dóciles accesorios de estantes, con sus perfumadas faldas fueron por incontables generaciones, bienes de inventario de sus padres, maridos, o hermanos en caso de desgracia.
Siempre medidas y correctas, se esparcían sosegadas por sus patios, cocinas y alcobas.
Amaban con la pasión herrumbrada de un reloj antiguo, sonreían amojonadas por las mismas trivialidades,  encadenadas unas a otras, tejían autómatas sus penas, todas iban a sus huertos y allí, de pie frente a su cementerio de ilusiones quedaban como esperando alguna grieta que les permita sorber una bocanada de pasión, duraba lo necesario, para luego volver engrilladas a ese existir que les caía en el rostro absorto gota tras gota como  de una canilla descompuesta.
Los varones salidos de sus entrañas serían en poco tiempo sus amos, las hembras paridas nacían ya con los ojos transparentes, la sangre tibia,  y la cabeza, ligeramente caída hacia el frente, como si una gran pesadez las marcara de niñas, como si mirar siempre al piso fuera quizá menos doloroso que ver ese horizonte mustio y despintado.
Esa noche, según la costumbre, el padre comunico a la hija que estaba a días de cumplir los dieciocho años, quien sería su futuro marido. Esta, levanto la mirada y en un grito sin grito, arrodilló sus ojos ante los de su padre, quien no se esperaba esa incómoda cercanía, la ignoró, como su abuelo había ignorado a su madre, como su padre lo había hecho con su hermana. No hubo palabras, casi nunca las habían, pues  el temor se había encargado de enterrarlas.
La madre escucho aquellas palabras, agazapada detrás de la puerta de la cocina y fantaseo por un instante que su hija al fin escupía la rebeldía atascada de tantas abuelas, tías, vecinas y conocidas que se diluyeron en esa tierra oscura que engullía esperanzas. 
No hubo respuesta, el silencio había engendrado hijas aletargadas.
Faltaban horas para esa boda, y recordaba las veces que la había hablado, su madre, de ese momento, y otras tantas ella imaginó que serìa como ir a buscar agua del aljibe, lo haría con pasos lerdos y contando flores, siempre pensó que su vida era muy parecida a la de las flores, abotonadas al piso, hermosas pero inmutables, inertes. Se consolaba al saber que sus amigas del pueblo tampoco querían casarse, pero al final hacían bromas con respecto al aljibe, las flores y el agua.
La risa era esa burbuja lùdica que las alejaba de la inercia, del desamor...
Cayó la noche con sus turbias horas y en un arrebato terminó por arrancarle al pueblo, de un tirón, sus más tiernas muñecas de trapo, narcotizadas saltaron de sus estantes de pino, siempre mirando sus pasos, siempre con la frente enclavada en el pecho, siempre contando las flores, en un aquelarre de éxtasis, una a una partieron airosas hacia la tenue calma del aljibe.
Al clarear el día, los gritos y alaridos fueron desgarrando gargantas y la muerte bailaba de casa en casa, tantas camas vacías y en los jardines, un sinfín de pisadas delirantes y cómplices que iban a morir al pozo,  ese hueco tapizado de blancos y mojados camisones gritaba desde sus entrañas risas aterciopeladas y dulces aleteos de mariposas sin alas.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Quiero...

Quiero sombrear mis penas en tus pensamientos más alegres, para que cuando rías, tus carcajadas lloren y se desgranen ante mis ojos...
Quiero pintar tus fronteras con todos mis anhelos naufragados en tus ríos embravecidos, para que cuando quieras fluir arrastres en tus corrientes, murmullos de mi ser…
Quiero rebosar de delirios todos tus deseos disléxicos, para que cuando ansíes encontrarme, tan solo halles garabatos enardecidos de mis huellas diluyéndose en la nada…
Quiero que tapizar de recuerdos anestesiados, todos tus catálogos de victorias, para que cuando los abras, se te enreden asfixiantes, esas horas infinitas en que nos deshacíamos del tiempo…
Quiero socavar tus simientes bulliciosas, para que en tus pérfidas algarabías me encuentres bailando al son de tus verdaderos vacíos...
Quiero allanar tus caminos serpenteantes, para que tus pasos se disuelvan exhaustos, dentro de los míos...
Quiero, al fin, escribir irreverente y altanera, en cada sorbo de tu aliento, los campos que surcamos, los muros que abatimos y los conjuros que gritamos, para que aun más allá de tu existencia misma, puedas leer los días de tu vida, nostálgico, cada verso de este poema inconcluso…

domingo, 16 de diciembre de 2012

Crónica de una Pasión Abrumadora

Cada mañana iba ella por el mismo camino, las mismas casas que se perdían en fila a sus espaldas,el quiosco que se achicaba a lo lejos, la cafetería humeante y abarrotada de tazas semi vacías y gente de pasos rápidos. Y a lado de ella, el único shopingg de la zona.
Siempre sus ojos celebraban tanto bufete que elegir, se devoraban ansiosos, carteras, zapatos,cajas estridentes y seductoras de perfumes franceses pero con efluvios mágicos.
Mientras los pies marcaban cual zombies el camino a la oficina, la vista se esparcía dicharachera sobre letreros, pájaros,vidrieras, autos intoxicantes, caras sin nombres y en uno que otro felino hurgando en bolsas y cajas callejeras.
Ese día fue distinto, cuando levantó la mirada, al instante sus ojos se eclipsaron y sus pupilas se abrieron como para tragarse a la luna.
Estaba ahí, perfecto, impoluto, moldeado a mano por los mismísimos ángeles. Ella sentía que todo su ser se erizaba hechizado y se contenía intensamente para no correr a el, ahogarlo en sus brazos.
El permanecía indiferente, impertérrito y con la soberbia de quienes disfrutan de las mieles de la perfección.
Pensó que lo amaba, no podría encontrar otra definición mas justa a aquello que lo expulsaba de esa mañana apacible y aburrida y que casi por asalto la había perturbado tanto.Ya antes, pasiones antojadizas la habían abrumado, pero nunca con tanto frenesí.
Debía actuar, se sentía impelida hacia el, dio unos pasos determinados, se refregaba ansiosa las manos húmedas y latentes, trago saliva, lo observo a través del vidrio, las exhalaciones empañaban la vista, ella podía olerlo, podía oír ese zumbido endemoniado que la automatizaba , toda ella, gimoteaba pasión.
Lo volvió a mirar, sera mío  se cantó a si misma, empujo la pesada puerta transparente y con las agallas de quien viene a llevarse algo suyo por antonomasia, exclamo:
- Señorita, quiero ese zapato rojo en 37!


jueves, 6 de diciembre de 2012

Wonder Woman (?)

Díganme que el contexto geográfico no es responsable de ciertas condiciones que encasillan y delimitan nuestra suerte. 
Si sos mujer y naciste en Paraguay, de chica te habrán dicho; así no más es, la mujer ko sufre no más luego. Recuerdo haber implorado muchas veces a mimí que me vuelva varoncito, y conste que en mí casa era puro matriarcado y ya se respiraban aires de igualdad de género. 
Aún así
 todo el entorno te recita cuan tortuoso será el camino de las hijas de esa Eva impulsiva que No se pudo aguantar y sácate! nos jodió al rollo. 
Empezando con la menstruación, el parto (que convengamos hoy casi son puras cesáreas programadas a pedido de los padres que quieren hacer coincidir la llegada del benjamín con el aniversario de casados, bueehh) seguimos las penurias con las depilaciones, los drenajes linfáticos, los electrodos, las horas de gym, los tacos 15, las duchas solares (que están creando una nueva raza; las marrón chocolate flúor, mamita) a eso sumale que queremos ser libres, independientes, auto suficientes competitivas y si somos madres, cada aplazo en la libreta de un hijo es como un latigazo a la complicada autoestima femenina. 
Nos subimos al pony de la Wonder woman, a algunas les subieron (?) 
Aquellas luchadoras que iniciaron el movimiento de liberación femenina, a finales del 1800, jamás se hubiesen imaginado ver a sus hijas de hoy sufriendo los excesos de la libertad. 
Nada grave, nada que el abrazo de un ser querido, una charla de amigas o una sesión de terapia no pueda paliar.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

El Niño Indio


Ojos de niño indio, pozos vacíos, profundos, aletargados, ilusiones craqueladas con tierra, hules y restos  de nada.
Manos de niño indio, trémulas,  áridas de sueños, en cada pliegue de vida reposan las almas de sus ancestros, bajo sus terrosas uñas lloran las penas del día sin sol.
Entrañas de  niño indio, jugos que se retuercen en espasmos de una casa deshabitada, paredes mirríadas  y descoloridas que tanto en tanto degluten alguna que otra esponjosa ilusión de harina de maíz.
Pies de niño indio, abroquelados en el lacerante asfalto, cada mañana saltitean ansiosos entre nuestras prisas y nuestra indolente felicidad.
Corazón de niño indio, tostado por fuera, diáfano por dentro, ríe, palpita, sueña, llora y sangra sus amarguras por vivir y morir en un tiempo sin indios…

sábado, 24 de noviembre de 2012

De Entierros y naceres...



Escucho cuchichear a las horas, los días y los meses todos en contubernio, irascibles, exultantes hijos del tiempo, exigiéndome apuestas ganadas, metas logradas, inventarios estériles,  y yo tan solo puedo hilvanar vacilaciones de mar adentro,  días enteros en los que la noche era la única certeza, la oscuridad que arropaba esa frágil convicción de ser quizá lo que uno ya no es….
Y cuando hay muda de piel, una se atenaza a los antiguos y cómodos poros que expiran la calma, y un eco desde el fondo que nos grita….el tiempo todo calma, la tempestad y a la misma calma. 
Y una vez que las viejas dejaron de llorar por esa que yace inerte en su cajón tapizado de antiguas creencias, de enmohecidos prejuicios y de indolentes miedos….allí  un llanto liberador , el parto, el primer aliento , los ojos duelen de tanta verdad, de tanta claridad que se enciende, que se eleva, que ya ríe , ya habla y pide a gritos caminar…..
Y así como dentro de cada día hay una noche muerta, así dentro de mí cada tanto, voy celebrando entierros, llorando mis propias defunciones y al clarear comienzo a bailar con la nueva inquilina a quien amare quizá , quien sabe cuánto tiempo y a quien también llorare unas cuantas noches...

(Trabajo hecho en clase, tipo 19.10, pedido de la profe, un análisis del año en prosa poética)

martes, 20 de noviembre de 2012

Entre metáforas y collares...


Una se despierta abre lentamente los ojos,en ese instante, un mundo se desprende del otro, pasa tan rápido, pero el cuerpo abandonado no responde, pestañeo y trato de insuflar ganas a mi anestesiada geografía , nada es mágico ni rápido pasando los treinta.
Ya el cuerpo se expandió, miro el celular, no sé porque pero hace varios años que es lo primero que toco y percibo, quizá mi miedo aflora recordando ese fatídico veintitrés de noviembre del dos mil ocho. Sí, eso es, le tengo pavor a las muertes de seres queridos que se desparraman por tecnología  y cada mañana respiro cuando llamo lista y estamos todos, es un acto reflejo. El día que no llame mas lista quiere decir que me ido yo.
Arriba!, piloto automático, los chicos, desayuno, mochilas, uniformes y sentada cual zombie frente a mi té, chau mamá, besos  y pasó  la tía a buscarlos, cierro la puerta y la casa vuelve a roncar, arrastro lentamente los pies como si hubiera imanes debajo del piso. Necesito volver a mi té, amodorrarme en su color de noche ámbar, pajaritos, siempre pajaritos cantándome, puedo verlos chapotear en mi taza, a veces no son pajaritos sino piedras de color menta disolviéndose en la misma noche ámbar. Tienen que salir collares exultantes, aros magníficos y pulseras que enloquezcan y solo caen letras y más letras, palabras neo natas que ni saben quién las parió y deambulan perdidas entre mis diseños de collares del año pasado.
Un poco de música siempre espanta a los claros oscuros del bosque, busco y busco, sale Mozart y me encanta, mi playlist de música clásica fue seleccionado recordando los discos de vinilo de mi madre, ella injertando rosas y yo arropando muñecas en la galería de mi casa predilecta. Pienso palabras y veo colores, no sé que mezcla me apasionaría probar hoy, menta y lavanda, rosa viejo y perlas, ternura, delicadeza, la Belle Èpoque, si, faldones con miriñaques, corsés que comprimen libertades a esa mujer sumisa y aplicada, correcta y obediente, que se desempolva a sí misma para los grandes bailes de salón. La Belle Èpoque;  Verdi, Wagner y Tchaikovski  haciendo saltar del éxtasis a todo mi taller, con sus piedras, sus alambres también sumisos, sus mostacillas en melodías de valses de esa Europa de ensueño. Son las ocho y llega la chica, abro la puerta, saludo y pasa para el fondo, nos sentamos agarramos las pinzas, están nuevas y mueren por mordisquear hilos y torcer palitos plateados, Mozart calló pero sigue soplándome piezas que acompasan mis manos…
Dos horas después olvidé esa posesión matutina, desfilan las primeras niñas en tonos pasteles…y se sube al Facebook, al Instagram y a cuanta red social nos regala un rosario de artefactos para desear…y así en esos deseos de mujeres, muy parecidas a las de La Belle Èpoque en sus ansias por destellar, pero tan distantes, tan libres y tan apoderadas de sus vidas y sus voluntades, que eligen como y donde brillar….