Una se despierta abre lentamente los ojos,en ese instante, un
mundo se desprende del otro, pasa tan rápido, pero el cuerpo abandonado no
responde, pestañeo y trato de insuflar ganas a mi anestesiada geografía , nada
es mágico ni rápido pasando los treinta.
Ya el cuerpo se expandió, miro el celular, no sé porque pero
hace varios años que es lo primero que toco y percibo, quizá mi miedo aflora
recordando ese fatídico veintitrés de noviembre del dos mil ocho. Sí, eso es, le
tengo pavor a las muertes de seres queridos que se desparraman por tecnología y cada mañana respiro cuando llamo lista y estamos
todos, es un acto reflejo. El día que no llame mas lista quiere decir que me
ido yo.
Arriba!, piloto automático, los chicos, desayuno, mochilas,
uniformes y sentada cual zombie frente a mi té, chau mamá, besos y pasó
la tía a buscarlos, cierro la puerta y la casa vuelve a roncar, arrastro
lentamente los pies como si hubiera imanes debajo del piso. Necesito volver a
mi té, amodorrarme en su color de noche ámbar, pajaritos, siempre pajaritos cantándome,
puedo verlos chapotear en mi taza, a veces no son pajaritos sino piedras de
color menta disolviéndose en la misma noche ámbar. Tienen que salir collares
exultantes, aros magníficos y pulseras que enloquezcan y solo caen letras y más
letras, palabras neo natas que ni saben quién las parió y deambulan perdidas
entre mis diseños de collares del año pasado.
Un poco de música siempre espanta a los claros oscuros del
bosque, busco y busco, sale Mozart y me encanta, mi playlist de música clásica
fue seleccionado recordando los discos de vinilo de mi madre, ella injertando
rosas y yo arropando muñecas en la galería de mi casa predilecta. Pienso
palabras y veo colores, no sé que mezcla me apasionaría probar hoy, menta y
lavanda, rosa viejo y perlas, ternura, delicadeza, la Belle Èpoque, si, faldones
con miriñaques, corsés que comprimen libertades a esa mujer sumisa y aplicada,
correcta y obediente, que se desempolva a sí misma para los grandes bailes de
salón. La Belle Èpoque; Verdi, Wagner y Tchaikovski haciendo saltar del éxtasis a todo mi taller,
con sus piedras, sus alambres también sumisos, sus mostacillas en melodías de
valses de esa Europa de ensueño. Son las ocho y llega la chica, abro la puerta,
saludo y pasa para el fondo, nos sentamos agarramos las pinzas, están nuevas y
mueren por mordisquear hilos y torcer palitos plateados, Mozart calló pero
sigue soplándome piezas que acompasan mis manos…
Dos horas después olvidé esa posesión matutina, desfilan las
primeras niñas en tonos pasteles…y se sube al Facebook, al Instagram y a cuanta
red social nos regala un rosario de artefactos para desear…y así en esos deseos
de mujeres, muy parecidas a las de La Belle Èpoque en sus ansias por destellar,
pero tan distantes, tan libres y tan apoderadas de sus vidas y sus voluntades, que eligen como y donde brillar….