martes, 20 de noviembre de 2012

Entre metáforas y collares...


Una se despierta abre lentamente los ojos,en ese instante, un mundo se desprende del otro, pasa tan rápido, pero el cuerpo abandonado no responde, pestañeo y trato de insuflar ganas a mi anestesiada geografía , nada es mágico ni rápido pasando los treinta.
Ya el cuerpo se expandió, miro el celular, no sé porque pero hace varios años que es lo primero que toco y percibo, quizá mi miedo aflora recordando ese fatídico veintitrés de noviembre del dos mil ocho. Sí, eso es, le tengo pavor a las muertes de seres queridos que se desparraman por tecnología  y cada mañana respiro cuando llamo lista y estamos todos, es un acto reflejo. El día que no llame mas lista quiere decir que me ido yo.
Arriba!, piloto automático, los chicos, desayuno, mochilas, uniformes y sentada cual zombie frente a mi té, chau mamá, besos  y pasó  la tía a buscarlos, cierro la puerta y la casa vuelve a roncar, arrastro lentamente los pies como si hubiera imanes debajo del piso. Necesito volver a mi té, amodorrarme en su color de noche ámbar, pajaritos, siempre pajaritos cantándome, puedo verlos chapotear en mi taza, a veces no son pajaritos sino piedras de color menta disolviéndose en la misma noche ámbar. Tienen que salir collares exultantes, aros magníficos y pulseras que enloquezcan y solo caen letras y más letras, palabras neo natas que ni saben quién las parió y deambulan perdidas entre mis diseños de collares del año pasado.
Un poco de música siempre espanta a los claros oscuros del bosque, busco y busco, sale Mozart y me encanta, mi playlist de música clásica fue seleccionado recordando los discos de vinilo de mi madre, ella injertando rosas y yo arropando muñecas en la galería de mi casa predilecta. Pienso palabras y veo colores, no sé que mezcla me apasionaría probar hoy, menta y lavanda, rosa viejo y perlas, ternura, delicadeza, la Belle Èpoque, si, faldones con miriñaques, corsés que comprimen libertades a esa mujer sumisa y aplicada, correcta y obediente, que se desempolva a sí misma para los grandes bailes de salón. La Belle Èpoque;  Verdi, Wagner y Tchaikovski  haciendo saltar del éxtasis a todo mi taller, con sus piedras, sus alambres también sumisos, sus mostacillas en melodías de valses de esa Europa de ensueño. Son las ocho y llega la chica, abro la puerta, saludo y pasa para el fondo, nos sentamos agarramos las pinzas, están nuevas y mueren por mordisquear hilos y torcer palitos plateados, Mozart calló pero sigue soplándome piezas que acompasan mis manos…
Dos horas después olvidé esa posesión matutina, desfilan las primeras niñas en tonos pasteles…y se sube al Facebook, al Instagram y a cuanta red social nos regala un rosario de artefactos para desear…y así en esos deseos de mujeres, muy parecidas a las de La Belle Èpoque en sus ansias por destellar, pero tan distantes, tan libres y tan apoderadas de sus vidas y sus voluntades, que eligen como y donde brillar….


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