jueves, 25 de septiembre de 2014

Los Domingos de Estofado

Repetíamos cada tres domingos la rutina, no por que después de treinta años nos siguiese gustando el estofado de venado con grandes cantidades de laurel, sino simplemente nos surcia, a los hermanos, a un calor de hogar ficticio que nos empeñamos con tanta vehemencia en mantener.
La impávida mecanicidad del guiso, mechado con los mismos silencios de hace tantos años nos daba de a pequeños eso que nunca tuvimos y lo inventábamos como un juego.
Por eso siempre que visitábamos sus lustrosas lapidas y en el ritual de vaciar floreros, volver a llenarlos de agua y poner los nuevos lirios pensaba yo en que buena idea la haber aprendido la receta del guiso de mama.

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