Esa tarde dejé en vos todo mi sexo atascado,
fue como parir excesos,
fue el océano surcándome, ahogando mis dudas para nadarte todo.
Y te descubrí;
te avasallé,
conquisté tus pudores,
lamí todas tus inseguridades,
hasta verte altivo y soberbio,
como un rey que empuña su espada para descalabrar mis ansias.
Y vos eras barro y yo te hice con mis manos ,
con la diligencia de una geisha,
uní tu sustancia con mi saliva y en ella,
en sus huecos lechosos aullamos tanto que los segundos pararon ensordecidos.
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